Planta libre para el comercio, terrazas para la vida social.
El análisis del sitio nos dictó una solución en dos niveles claramente diferenciados pero conectados. La planta baja se diseñó como una extensión de la calle: una plataforma libre y permeable que maximiza los metros lineales de escaparate, garantizando que cada local tenga visibilidad frontal inmediata.
En el nivel superior, cambiamos la dinámica. Aprovechamos la losa para crear amplias terrazas abiertas y zonas de estancia (como el gimnasio), transformando la azotea en un mirador urbano. Esta distribución vertical no solo duplica el área rentable, sino que activa la plaza en diferentes horarios: comercio rápido abajo durante el día, y vida social y deportiva arriba por la tarde/noche.
El reto climático de la región exigía protección. Implementamos un sistema de pérgolas de madera y grandes voladizos de concreto aparente que arrojan sombra sobre los pasillos de circulación.
Esta estrategia bioclimática reduce la temperatura ambiente y elimina el "efecto isla de calor", haciendo agradable el recorrido incluso en las horas más soleadas. La materialidad —piedra, concreto y acero— fue elegida por su bajo mantenimiento y alta resistencia al tráfico pesado, asegurando que la plaza envejezca con dignidad sin generar costos operativos excesivos.