El arte de la sombra y la intimidad.
Hacia la calle, la casa funciona como un escudo climático y visual. Mediante un juego de volúmenes quebrados y el uso de celosías de madera, filtramos la luz solar y las miradas ajenas, generando sombras que refrescan la fachada. La materialidad —un zócalo de piedra regional y texturas arenosas— ancla la construcción y le otorga un carácter de fortaleza discreta, prometiendo seguridad y silencio.
Maximizar el espacio para liberar el jardín.
La sorpresa ocurre al cruzar el umbral. Diseñamos la planta para liberar la mayor cantidad de terreno posible, creando un amplio jardín posterior que desafía las dimensiones convencionales. Este espacio no es un patio trasero, es el corazón de la casa.
Una terraza generosa y una alberca actúan como la verdadera sala de estar, integrándose fluidamente con los interiores a través de ventanales de piso a techo. Aquí, la arquitectura desaparece para que los habitantes disfruten de un microclima propio, ventilado y verde, totalmente aislado del ritmo urbano.